El dar la mano es el encuentro de la mente y el mundo sensorial. Es una forma de estar abierto y fresco, sin juzgar, sin suprimir, sin ser indulgente ni tampoco huir de los sentimientos. Con sus raíces en una actitud amable y espaciosa de completa aceptación, todas nuestras emociones, resistencias, sensaciones y pensamientos son bienvenidos. Dar la mano es profundamente sanador porque aprendemos la manera de convertirnos en amigos de todas nuestras experiencias.

A dar la mano se le llama “práctica” aunque no es un método, si no más bien un no-método. No trata tanto sobre algo que hay que hacer sino sobre algo que NO hay que hacer. Es más un cambio de actitud—la actitud de que ciertos sentimientos, emociones, estados de humor o formas de pensamiento son dañinos y necesitan ser suprimidos, atacados, eliminados, y demás. Dar la mano es precisamente el enfoque opuesto; permite que cada sentimiento y emoción surja, esté allí, y se exprese a sí mismo. No hay un juicio activo de bueno o malo, ni correcto o incorrecto, y no hay resistencia. Por lo tanto, el único “método,” que no es verdaderamente un método, es entrenarse en no juzgar y no resistir, permitiendo que todo sea y se revele a sí mismo.

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